El corazón latía tan de prisa que sentía que se iba a salir y las ganas de llorar eran inmensas, el ruido de la persona de enfrente al respirar, el zapato de la persona del lado golpeando el piso, el clic del bolígrafo, el lápiz golpeando en la mesa, el ruido de los sorbos de café del señor de la esquina, la mezcla de olores… Esa mezcla de olores y sonidos me iba asfixiando, respirar con fluidez se me hacía un tanto difícil. Contando los segundos para salir de ese cuarto, encerrada entre tantas personas. La noche anterior a penas logre 2 horas de sueño, y ahora estaba cansada, mal humorada y desesperada. Miles de pensamientos llegaban a la vez, uno tras otro, pasado, futuro, pasado, futuro…
Camino a recoger los niños, sé que me voy a topar con quejas, múltiples tareas, temas ajenos, con opiniones, con exigencias. Estoy pensando que a medio día solamente comí dos cucharadas de sopa y agua, pues el apetito se ha marchado de mi cuerpo. Solo quiero llegar a la casa, acostar los niños, darme un baño y acostarme a llorar hasta quedarme dormida. Al cerrar la noche, me acuesto en mi cama y las lágrimas comienzan a caer. Me recrimino por mi actitud con los demás, culpo a los demás por cómo me siento, porque me han mentido, porque me han engañado, porque me hacen sentir incómoda, trato mal a los demás, trato mal a mis hijos y los culpo de mi frustración como madre. Las lágrimas siguen cayendo y hay una pastilla de la mesa de noche, para dormir, descansar y olvidar hasta el otro día.
Un día, perdida y sintiendo que iba a morir, decidí ir al médico. Necesitaba que me recetaran algo para que los latidos del corazón bajaran, para poder dormir. El diagnóstico: “tú solo tienes ansiedad y ataques de pánico, causados por tu tren de vida y el stress que causa vivir así.” Me fui sin receta, solo una recomendación: medicina alternativa. Decidí sacar cita, y fue rápido. En la cita me explicaron lo que me estaba pasando, y las alternativas que me ofrecieron fueron: terapia psicológica y kinesiología.
Me cuesta trabajo abrirme con las personas, mis sentimientos más profundos siempre han sido míos, mis frustraciones han sido mías, contarselas a alguien, no me hacía sentir tan cómoda. Soy del tipo de persona que los demás confían para sus situaciones, pero a mi se me hace difícil lograrlo y siempre he creído que puedo con la carga de todo.
De esa cita, por un lado salí relajada, pero por otro lado sintiéndome culpable, pecadora, la peor de mundo. No es lo mismo decirle muchas cosas a que alguien fríamente a que te las diga en tu cara, te juzgue, te critique. Solo fui a dos terapias y decidí no volver. No estaba lista para eso, estaba muy susceptible, necesitaba algo diferente.
Decidí buscar opciones naturales para calmar mi ansiedad, para calmar mis latidos, para descansar. Encontré en la medicina natural y en los teses mis mejores aliados. Paso mucho tiempo en las redes sociales, así que decidí seguir todas las páginas necesarias para poder leer (que es una de mis pasiones) artículos, pensamientos, ver videos, escuchar audios, y todo lo que hubiese para sugestionarme, para ayudarme con mi ansiedad. Conecté más con la naturaleza, caminatas por veredas en el bosque, escuchar el sonido de las olas del mar, caminar por la grama. Utilicé los olores para relajarme. Me aferré más a la Fe en Dios de que él me daría luz en mi camino. Y encontré muchísimos talleres para asistir y poder ayudarme. Fue así como supe que era más fuerte de lo que creía. Busqué herramientas que me ayudaran a salir de ese hoyo negro en el que estaba metida (del que cada día me alejo mucho más para no volver a caer). Asistí a talleres de amor propio, de meditación y de escritura, esa era la medicina que necesitaba. En los talleres de amor propio aprendí lo que puede hacer mi cuerpo, mi mente y mi espíritu por mí, si me escucho y me amo. En la meditación encontré esa paz y ese espacio que necesita mi mente para poder continuar este camino de altas y bajas. Y en la escritura encontré esa medicina mágica que me está cambiando mi vida día a día.
Me siento satisfecha porque veo, y otros ven, los cambios que hay en mí. Puedo volver a estar en lugares rodeada de mucha gente, he logrado dormir las horas necesarias, mi apetito volvió a ser el mismo, me di cuenta que nadie me hacía nada, era yo quien me estaba haciendo, y día a día trabajo con canalizar mis emociones y mi carácter.
Escribir reflexiones y artículos o compartir imágenes o videos positivos que ayuden a otros me llena enormemente. Cuando recibo un mensaje de alguien dándome las gracias porque lo que escribí en la mañana o en la noche era lo que necesitaba leer en ese momento determinado. Me llena de orgullo y de satisfacción poder ayudar a otras personas. No tengo estudios en psicología ni en medicina, pero si se lo que la lectura y la escritura logran hacer en el que lo necesita. Yo lo viví y me he propuesto llevarlo a otros que lo necesiten. Es lo que hago a diario en mi blog y en mi página personal, escribo para sanar mis heridas, para motivarme día a día y que otros sanen y se motiven al igual que yo.
~ERM