5 de Febrero de 2017
Perspectiva... mirarme en el espejo es tratar de imaginar la perspectiva que tienen otras personas de mí, pero este solo refleja lo que tiene enfrente; los sentimientos y las emociones no se pueden ver. Por lo tanto, el espejo miente.
Mi cara es solo una máscara que me veo obligada a usar todos los días para que los demás estén complacidos y muchas veces, para convencerme de cómo me siento. Pero, ¿cuál es la realidad detrás del reflejo?
Son muy pocas las caras que pueden mostrar el vacío, la culpa y la impulsividad. El efecto en cadena que comienza con un acto impulsivo y a veces descuidado, generalmente termina en acciones que llevan al remordimiento y la desesperación. Nuestra cara solo puede mostrar algunas emociones, las demás solo se pueden asumir.
Recientemente aprendí que el cuerpo tiene una forma automática de demostrar las emociones y los sentimientos aun en contra de nuestra voluntad, nuestras expresiones faciales. En el caso de las personas con un diagnóstico Borderline Personality Disorder (como yo) es muy difícil poder ajustar nuestras expresiones faciales a la vez que aprendemos a modificar nuestra conducta en terapia. La cara responde más rápido de lo que nuestro cerebro analiza que no hay razón para sentir una u otra emoción y cuando vamos a verbalizar lo que pensamos, ya nos “leyeron” las expresiones y no concuerdan con las palabras. Estas mismas expresiones son las que nuestros espejos muestran todos los días, pero la realidad es, que lo que hay en nuestros pensamientos va mucho más lejos de lo visible.
Para mí, la impulsividad es uno de los peores síntomas de mi condición, y si pudiera escoger eliminar sólo uno, sería este. He hecho cosas impulsivas de las que me he arrepentido una y mil veces y aun cuando otras personas pueden ver mis acciones, no pueden entender las razones que las ocasionan y, a veces, yo tampoco. ¿Cómo se refleja algo que ni yo puedo describir? Este es un ejemplo de lo que mi espejo no ve. Mi cara no refleja impulsividad, pero mis acciones sí. Cuando miro al pasado, es difícil no sentirme culpable de la forma en la que, por impulsos de emociones desreguladas, he tratado a muchas personas en mi vida y de cómo las “empujé” aun cuando temía perderlas.
Otro sentimiento que se puede esconder es el vacío. Mientras crecía aprendí que uno debe mostrar su mejor cara y, aparentemente, esa cara es la felicidad, las sonrisas y cualquier otra cosa que no vaya a herir o molestar a los que te rodean; por lo tanto, de nuevo, el espejo miente.
Las heridas más profundas están tan enterradas en nuestra alma que a veces nosotros mismos no las vemos o no las queremos ver. La lucha constante y el descubrimiento tardío de mi condición fue lo más difícil del proceso. Tuve que pasar por varios diagnósticos erróneos, muchos doctores, cócteles de pastillas psiquiátricas, tratamientos fallidos, diversos ataques de ira y ansiedad, sufrimiento incalculable y una hospitalización, pero aquí estoy. Ahora tengo un diagnóstico que explica un poco mejor mis emociones, experiencias y mis reacciones a ellas.
Yo sé que tengo una familia e hijos que me quieren, pocos amigos que están a una llamada de distancia, un esposo que ha demostrado que está aquí en las buenas, las malas y las peores; pero no puedo evitar los días en los que me siento triste, angustiada, vacía y con un dolor en el alma que he tenido que aprender a cargar sola y a esconderlo hasta de mi misma.
Por otra parte, aunque hay muchas cosas negativas que se esconden en mi reflejo, hay una que me mantiene viva, la felicidad. No todos los días se me nota en la cara, no todos los días la veo, y a veces aunque la sienta, no encuentro cómo demostrarla, pero estoy tratando de aprender porque sé que tengo muchas razones para ser feliz.
La felicidad no es permanente, ser feliz es poder sumar los buenos momentos y aun cuando los malos sean más pesados y difíciles de sobrellevar, encontrar algo que me la acuerde. Saber que tengo BPD es felicidad porque conozco mi diagnóstico y por fin puedo hacer algo para mejorar. Saber que crié tres hijos aun cuando a veces no pude ofrecerles lo mejor de mí, es felicidad. Poderme acostar lo suficientemente temprano como para despertar con energías, también. Poder mirar a mí alrededor y escuchar los pájaros (aunque haya días que prefiera el silencio), ver la lluvia (aunque no me pueda quedar en casa) y tener un trabajo que me encanta y me mantiene enfocada (aunque quisiera entrar más tarde), adivina… es felicidad.
Al final del día, lo que importa no es como nos vemos, sino cómo nos sentimos, y eso el espejo no lo refleja.
~KML
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