El símbolo significa esperanza en tiempos difíciles y determinación para seguir adelante. También representa la elección de seguir viviendo. |
Sobre el silencio y el suicidio
En memoria de Gabriel Rivera Rivera
Introducción
Siempre me incomodó ese silencio que se producía cuando insinuaba que me quería morir. Como más podía escuchar un “¡Dios reprenda!”, “¡No digas eso!”, o me desvían la conversación al ángulo más lejano posible de tema como si eso sirviera de algo. En ocasiones lo decía como chiste, aunque muy en el fondo no podía negar que la idea era tan seductora que me estremecía.
Recuerdo que hace casi 10 años o menos le confesé a mi hermano que me quería morir. Yo estaba muy mal emocionalmente. Los detalles de esa noche son un tanto confusos aún. Sé que estaba llorando y había pasado unas semanas terribles, había tenido tantos ataques de pánico y no aguantaba más la angustia y tristeza. Sé que mi hermano habló con mis padres después de obligarme a comer y descansar. La verdad, yo no me atrevía a decírselo a ellos. Me daba miedo y vergüenza a pesar de que mi relación con mis papás era muy buena. Mi familia fue proactiva, de inmediato me buscaron ayuda y, de hecho, fue muy accidentada al comienzo. No duré un día con mi primer psiquiatra que fue una de las peores experiencias que tuve con un experto en la salud mental, pero aun así ellos insistieron y buscaron a otro.
Me pregunto qué pasaría si ese día no me hubiera atrevido a hablar con mi hermano o si él hubiera actuado de forma contraproducente. Tuve la suerte que muchos no han podido tener, de seguro no estaría aquí. A veces pienso en eso y siento que soy dichoso, no abrí mi boca con la persona incorrecta como pasa con muchos otros. Ese pequeño detalle me hace sentir tan mal. ¿Por qué yo si pude tener esa dicha y otros no? ¿Realmente he hecho lo suficiente para merecerla? A veces pienso que otro hubiera hecho mejor uso de ella.
Ayer supe que un compañero universitario se quitó la vida. De inmediato quise ver quien era y al ver su nota suicida me recordó a la que un día pensaba usar. Era simple, sin detalles, sin explicaciones, llena de buenos deseos y sin la intención de dañar a los que quedaron atrás: un agradecimiento con una despedida honesta y humilde. No pude evitar ver su Facebook para tratar de saber más de él y me recordó tanto a mí. Compartimos tanto en común, nos reíamos de las mismas cosas y sus publicaciones mostraban ese tono de melancolía que yo suelo tener cuando me encuentro pensando en suicidio. La forma que usaba para escudarse y exteriorizar su interior o hablar de sus necesidades era casi igual que la mía. (Hablar en tercera persona, motivar a otros a seguir adelante y cosas así) Seguramente si lo hubiera conocido me llevaría con él mucho.
Sé que no lo conozco y estaba lejos, pero siento culpa. De repente me llega la absurda idea de que pude hacer algo. Entiendo que no todos tienen el conocimiento para llegar a la conclusión de que se quería quitar la vida y también es muy fácil decir que todo apuntaba a eso después de ver el resultado. No sé si habló con alguien, no sé si pidió ayuda abiertamente. Desconozco cómo pasó, pero me recuerda tanto a mí hace 2 años atrás que me duele.
Siempre que pasa algo así siento que algo de mí se muere y es precisamente esa cosita que le llamo esperanza. Para la gente como nosotros, los que padecemos de depresión severa u otras condiciones mentales, este tipo de muerte suelen ser algo que nos quebranta mucho. Nos deja con esa pregunta tan incómoda que en ocasiones me hago antes de dormir: ¿y si en algún momento llegó a recaer, terminaré así?
Estuve todo el día de ayer pensando en que escribir, en qué decir. Hablé sobre el tema en mi Facebook y en otros lugares, pero acepto que hubo un momento de silencio antes de poder hacerlo. Sí, a pesar de que mi tiempo de reacción con este tema es casi inmediato, se me hace difícil abordarlo cuando la persona cometió el acto. Lo irónico que una sola persona se atrevió a contestarme. Entonces por eso decidí escribir de primera instancia sobre el silencio y el suicidio. Y no hablo de silencio del que se quiere matar, sino del silencio de los demás.
Más en la noche tuve una conversación con una buena amiga. Ella me llamó para decirme que no sabía qué decir. Aprecié mucho el gesto de honestidad, creo que eso fue mejor que cualquier silencio o recriminación. También me aclaró que la gente no estaba preparada nunca para lidiar con ese tipo de situaciones. No hay un manual que muestre lo que debes decir o hacer cuando alguien habla sobre ese tema. Entonces me doy a la tarea de trabajarlo yo, que muchas veces me vi aplastado por ese silencio incómodo.
Un relato, datos y estrategias
Sabemos que el suicidio es un tabú, pero el silencio no debería ser la respuesta. Muchos creen que hablar del suicidio aumenta las posibilidades de que ocurra, pero los estudios demuestran lo contrario. También considero que la mejor forma de abordar el tema es cuando alguien lo trae de manera natural. Así que decir “¡Dios reprenda” o “¡No digas eso!” es algo ineficaz y cambiarle de tema no lo hace mejor.
Por otro lado, burlarse de la persona y pensar que es incapaz de hacerlo puede ser un grave error. He escuchado de gente que retan a la persona a que lo haga. Creo que esos van por la línea de que creen que el individuo no se quitará la vida. Lo que es una presunción muy arriesgada porque en realidad no sabemos cuán dispuesta está la persona de hacerlo. Además de que eso solo haría que se cerraran los canales de comunicación imposibilitando que vuelva a pedir ayuda. Así que retar a la suerte no es algo muy inteligente en estas situaciones porque los resultados pueden ser devastadores.
Lo mejor sería escuchar y preguntar sin ningún ánimo de condenar a la persona. Eso nos da tiempo e información para saber cómo actuar. Está claro que todos tenemos en algún momento pensamientos suicidas, el que no los haya tenido es muy privilegiado. Así que lo importante es saber si fue una idea que llegó o que lo quiere hacer. Muchos de los suicidios no son planificados, pero 8 de cada 10 personas que se suicida han delatado sus intenciones claramente a sus cercanos.
El suicidio no es algo contagioso, no hay razón para salir huyendo si te tropiezas con alguien suicida. Recuerdo que en cierta ocasión cuando mi hermano ya no estaba conmigo en la universidad me encontré solo lidiando con mi depresión y los tratamientos. Muchas de mis amistades estaban muy ocupadas y otras simplemente me sacaban el cuerpo por mi situación. Lo que ellos no sabían es que el poquito tiempo que me brindaban no me sanaba, pero hacía la diferencia y me ayudaba a existir. Al ellos alejarse mi situación empeoró a tal nivel que el morir dejó de ser solo pensamiento, se volvió algo más. Sin darme cuenta tenía en mi closet la ropa que usaría en mi último día y estaba buscándole la fecha.
La gente que se suicida, en muchos casos, es que están perdiendo frente a una depresión severa: hay que buscarles ayuda. Es importante que reciba ayuda psiquiátrica y psicológica. Para aquel entonces yo la recibía y sospechaba que mi doctor se empezó a dar cuenta de lo que me pasaba. Me citaba casi semanal y me preguntaba sobre el tema con mucha insistencia como si no creyera lo que le decía. Eso siguió así hasta que un día sentí tanta vergüenza de mentir en su cara con tanto descaro sobre lo que iba a hacer. Me envió al hospital y a mi entender era un poco tarde.
Hay cierto punto donde ya el paciente no puede defender o sostener su propia existencia. Lo ideal es tratar de rescatarlos antes de que lleguen ahí, pero si no se puede aún hay tiempo para remediarlo siempre y cuando esté vivo. En el hospital tuve conversaciones reales sobre el suicidio. Como dije, consideraba que era un poco tarde, ya había decidido que lo haría así que contaba los días para salir. Hubo en particular dos conversaciones. La primera era de una chica que trabajaba ahí y había estado en mí misma universidad hace unos años. Ella pareció reconocerme y por eso me habló. Ahora no recuerdo los argumentos, pero sí recuerdo claramente cómo empezó a hablarme: “Yo sé que no hay nada que te pueda decir para hacerte cambiar de opinión, pero…”. Hasta el día de hoy fue la única persona que había validado mi dolor y mi decisión. Me sienta dañado más allá de cualquier reparo. Había perdido las esperanzas de cualquier recuperación, llevaba años en terapias y no mejoraba así que había decidido que yo mismo acabaría con la situación. El simple hecho que ella hubiera reconocido eso me ayudó a escucharla y permitirle que sembrara algo de esperanza en mí.
A veces el suicida olvida o no siente que lo quieren. Es algo tan normal cuando se tiene depresión, por alguna razón ese sentimiento de abandono es tan abrumador, pero es en muchas ocasiones un espejismo que tiene que ser roto desde el exterior. La segunda conversación fue con mi compañero de cuarto una noche antes de irme. Había mentido y dicho que ya no pensaba en el suicidio, que no lo planificaba hacer y me mostré muy convencido. Hice lo posible para ir a varias charlas, aunque las odiaba. Realmente no encontraba nada útil en ellas. Además, que me era molesto tener que dejar la cama para sentarme ahí y estar rodeado de gente. Pero la noche antes de irme, cambiaron a mi compañero de cuarto y pusieron un veterano. Él me habló de su familia y sus hijos. Me alentó a hablar con mis padres y me aseguró que ellos me quieren y que sufrirían mucho. Él sembró la duda de que tal vez estaba distorsionando mi realidad y eso eventualmente se convirtió en culpa, pero de eso no me di cuenta hasta meses después.
Para vencer el suicidio hay que aniquilar la soledad del individuo el tiempo suficiente hasta que la idea no esté. Al salir del hospital no asimilaba nada de lo que me había pasado en esos 7 días de encierro. Tenía que cumplir a una hospitalización parcial luego de eso, era parte de los compromisos que hice para salir, pero logré zafarme de él con un par de pretextos. Empecé ejecutar ciertas decisiones que había hecho con ayuda de la consejera que me atendió cuando estaba internado, pero, por otro lado, aún sentía que nada había cambiado nada. Me empecé a despedir de los amigos que aún querían hablarme. El plan era simple, dejar un recuerdo simpático en cada uno antes de partir para que no se sintieran culpables. Eso solo me dejaba con el problema de qué hacer con mis padres. Siempre uno de los dos estaba conmigo, no me dejaban solo. Muchas veces pensé en usar una nota para ellos, era un tanto complicado después de la conversación que tuve con el compañero de cuarto en el hospital. En lo que solucionaba como desaparecer sin hacer tanto desastre pasaron días y lo medicamentos estaban haciéndome ver con más claridad todo. Más cuando notaba que sí tenía y tuve apoyo siempre; que era cuestión de buscar.
Conclusión
Nada ha sido perfecto y he tenido varas recaídas desde entonces, no tan graves, pero si me han llevado a reconsiderar si debo o no seguir viviendo. La ventaja que tengo ahora es que estoy más consciente de cómo es el proceso y tengo muchas redes de apoyo, especialmente gente que conoce del tema. Mantenerme ocupado es útil cuando se puede, pero el esfuerzo que más aporta es el externo. Mis familiares y amigos me mostraron muy a seguido que soy importante para ellos y eso me hace de cierta forma sentirme comprometido a vivir. Eso es más de lo que esperaba.
La verdad no sé si ese veterano que me habló lo hizo apropósito, eso de tratar de hacerme sentir culpa por abandonar a mis padres, pero creo que fue un esfuerzo válido. Si tuviera que jugarme esa carta para evitar que alguien se quite la vida lo haría sin vergüenza alguna. Lo importante es obtener el tiempo necesario para que la persona pueda sanar, pero recalcó, hay que buscarle ayuda.
Aun siento que estoy en una zona gris, pero supongo que después de haber pasado por tanto tal vez es casi imposible volver a ver la vida como era antes. Aun siento que mi vida no vale ni la mitad de lo que vale la de alguien más, pero entiendo que algún valor tiene y que eso puede mejorar. Trato de ser diligente e ir todas las semanas a mis terapias y estoy aprendiendo a vivir con mis condiciones, de paso construyendo una vida que valga la pena vivir.
Recordar
1. Evitar hablar del suicidio no disminuye la posibilidad de que este suceda, sino lo contrario.
2. Lo mejor es pensar que la persona puede hacerlo y tomar las precauciones.
3. Escuchar e inclusive preguntar sin juzgar, minimizar o condenarlo.
4. No temerle al tema y mucho menos a la persona.
5. Buscarle ayuda profesional.
6. Siempre que haya vida hay tiempo para remediarlo.
7. Recordarles que son apoyados, queridos y amados por alguien, también demostrárselo.
8. No dejarlos solo, no hasta que haya recibido ayuda.
9. A veces el suicida habla en tercera persona cuando se refiere a él. A veces no es muy claro o hace usos de eufemismo para abordar la situación. Los chistes suicidas son típicos, el problema con ellos es que cualquiera los puede hacer y no necesariamente está pensando en ellos. Así que recalcó la 4 (No temerle al tema y mucho menos a la persona). Investiguen si es un chiste o la persona está en peligro.
10. Muestra disposición para la persona si sospecha que está en peligro.
11. Ofrecerse como red de apoyo. Un simple gesto como darle el número de teléfono o un abrazo funciona.
12. Sea paciente.
~LGM (Editor de The Mind Project)
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