Tuesday, February 28, 2017

Marzo 2017



A un mes del lanzamiento de “The Mind Project”,  tenemos una comunidad de más de 3,000 seguidores, 5 contribuidores y más trabajos en proceso de edición. Continuamos buscando Contribuidores para fortalecer nuestra comunidad, tú puedes ser parte de este movimiento que es de todos/as. Recuerda que no tiene que ser un trabajo escrito, pueden ser diferentes tipos de expresión, ya sea artística, fotografía o videos. Puedes aportar tus ideas y te ayudamos a desarrollarlas.

Pendientes a lo que tendremos en los próximos meses. En marzo comenzaremos con la pregunta de la semana que se hará los lunes para saber la opinión de nuestros seguidores. Además tendremos los miércoles de publicaciones nuevas sobre temas de interés, relacionados a la salud mental y los “meme Friday”. En marzo también estaremos celebrando a la mujer, haciendo conciencia sobre la violencia, la nutrición, los desórdenes alimentarios y muchas cosas más.

~The Mind Project

Wednesday, February 22, 2017

¿Cómo criar hijos siendo paciente de salud mental?


17 de febrero de 2017


Al mirar al pasado, no es hasta ahora que puedo realizar que mi vida estuvo rodeada de relaciones y personas tóxicas. Que, además, había sido víctima de maltrato verbal, físico y emocional a lo largo de esta. Pero desde que tuve a mis hijos, había algo que me decía que la crianza de ellos tenía que ser diferente a la mía.

Mis hijos pasaron mucho tiempo en hospitales ya que eran delicados de salud. El primero tuvo problemas gastrointestinales desde pequeño y el segundo tuvo problemas respiratorios desde los 4 meses. Fue difícil luchar con la falta de sueño y las enfermedades. Las ayudas económicas no alcanzaban para pagar los alimentos especiales ni los medicamentos de tratamiento y mantenimiento.

Tuve tiempos de desesperanza y sufrimiento en los que me cuestionaba mi decisión de tener hijos tan joven, pero nunca me arrepentí. Cuando miraba sus caritas y sentía sus manitas acariciarme, me daba cuenta de que no quería nada diferente y me juré que no cometería los mismos errores que cometieron conmigo.

Al haberlos tenido tan joven, aprendí a ser más empática con ellos. Las situaciones que me molestaban, a su vez despertaban memorias desagradables que no quería que ellos tuvieran, y esto me ayudaba a tranquilizarme. En la marcha, aprendí a tener paciencia, mis experiencias fueron aliadas en la crianza de mis hijos en cada etapa de sus vidas y cuando empezaron a necesitar consejos, me sentí útil. Sentí que podía ser la madre que hubiera querido tener.

Durante las peores crisis de mi vida, mis hijos tuvieron un rol importante porque me servían de ancla con la realidad. Mis relaciones sentimentales fueron caóticas y traté de que ellos se afectarán lo menos posible.


Luego de ser diagnosticada, fui clara con ellos, traté de explicarles, los invité a informarse y a buscar ayuda si la necesitaban, pero no fue fácil. Tal vez no fue la mejor idea, ellos estaban en unas edades en las que no necesitaban escuchar mis problemas, sino soluciones a los suyos.


Hace poco descubrí que el mayor se sintió solo, enojado, triste e impotente. Al no saber qué hacer, y pensando que yo necesitaba una ayuda que él no me podía brindar, buscó refugio en amistades que lo llevaron por un camino confuso. Sus errores fueron dolorosos y me sentí fracasada como madre. Luego cuando, sin querer arrastró a su hermano y volvieron a caminar los mismos pasos, realicé que no perdí uno sino el control de los dos.

Pasaron algunos años, tratamientos y hospitales, antes de que lograra perdonarme por las decisiones de ambos, pero pude. Me dí cuenta de que yo di lo mejor de mi como madre, siempre estuve ahí para ellos, los aconsejé como mejor sabía y sus decisiones fueron conscientes, no influenciadas por la crianza que tuvieron.

Hoy solo le puedo dar gracias a Dios por haberme ayudado a sobrevivir esa etapa de mi vida y ayudarme a devolverles el rumbo a mis hijos. Siempre que recuerdo esto me pregunto si compartir mi situación fue lo correcto, pero no encuentro una respuesta convincente.


Así que, ¿cómo se crían los hijos siendo paciente de salud mental? Con el mismo esfuerzo y amor que los criaría cualquier persona que los quiera. Al final, la diferencia mayor la hace nuestra conciencia y mientras más limpia esté, mejor lo hemos hecho.

-Contribuidor de The Mind Project

Wednesday, February 15, 2017

Aprendiendo a decirle adiós a la ansiedad…


12 de febrero de 2017


El corazón latía tan de prisa que sentía que se iba a salir y las ganas de llorar eran inmensas, el ruido de la persona de enfrente al respirar, el zapato de la persona del lado golpeando el piso, el clic del bolígrafo, el lápiz golpeando en la mesa, el ruido de los sorbos de café del señor de la esquina, la mezcla de olores… Esa mezcla de olores y sonidos me iba asfixiando, respirar con fluidez se me hacía un tanto difícil. Contando los segundos para salir de ese cuarto, encerrada entre tantas personas. La noche anterior a penas logre 2 horas de sueño, y ahora estaba cansada, mal humorada y desesperada. Miles de pensamientos llegaban a la vez, uno tras otro, pasado, futuro, pasado, futuro…
Camino a recoger los niños, sé que me voy a topar con quejas, múltiples tareas, temas ajenos, con opiniones, con exigencias. Estoy pensando que a medio día solamente comí dos cucharadas de sopa y agua, pues el apetito se ha marchado de mi cuerpo. Solo quiero llegar a la casa, acostar los niños, darme un baño y acostarme a llorar hasta quedarme dormida. Al cerrar la noche, me acuesto en mi cama y las lágrimas comienzan a caer. Me recrimino por mi actitud con los demás, culpo a los demás por cómo me siento, porque me han mentido, porque me han engañado, porque me hacen sentir incómoda, trato mal a los demás, trato mal a mis hijos y los culpo de mi frustración como madre. Las lágrimas siguen cayendo y hay una pastilla de la mesa de noche, para dormir, descansar y olvidar hasta el otro día.
Un día, perdida y sintiendo que iba a morir, decidí ir al médico. Necesitaba que me recetaran algo para que los latidos del corazón bajaran, para poder dormir. El diagnóstico: “tú solo tienes ansiedad y ataques de pánico, causados por tu tren de vida y el stress que causa vivir así.” Me fui sin receta, solo una recomendación: medicina alternativa. Decidí sacar cita, y fue rápido. En la cita me explicaron lo que me estaba pasando, y las alternativas que me ofrecieron fueron: terapia psicológica y kinesiología.
Me cuesta trabajo abrirme con las personas, mis sentimientos más profundos siempre han sido míos, mis frustraciones han sido mías, contarselas a alguien, no me hacía sentir tan cómoda. Soy del tipo de persona que los demás confían para sus situaciones, pero a mi se me hace difícil lograrlo y siempre he creído que puedo con la carga de todo.
De esa cita, por un lado salí relajada, pero por otro lado sintiéndome culpable, pecadora, la peor de mundo. No es lo mismo decirle muchas cosas a que alguien fríamente a que te las diga en tu cara, te juzgue, te critique. Solo fui a dos terapias y decidí no volver. No estaba lista para eso, estaba muy susceptible, necesitaba algo diferente.
Decidí buscar opciones naturales para calmar mi ansiedad, para calmar mis latidos, para descansar. Encontré en la medicina natural y en los teses mis mejores aliados. Paso mucho tiempo en las redes sociales, así que decidí seguir todas las páginas necesarias para poder leer (que es una de mis pasiones) artículos, pensamientos, ver videos, escuchar audios, y todo lo que hubiese para sugestionarme, para ayudarme con mi ansiedad. Conecté más con la naturaleza, caminatas por veredas en el bosque, escuchar el sonido de las olas del mar, caminar por la grama. Utilicé los olores para relajarme. Me aferré más a la Fe en Dios de que él me daría luz en mi camino. Y encontré muchísimos talleres para asistir y poder ayudarme. Fue así como supe que era más fuerte de lo que creía. Busqué herramientas que me ayudaran a salir de ese hoyo negro en el que estaba metida (del que cada día me alejo mucho más para no volver a caer). Asistí a talleres de amor propio, de meditación y de escritura, esa era la medicina que necesitaba. En los talleres de amor propio aprendí lo que puede hacer mi cuerpo, mi mente y mi espíritu por mí, si me escucho y me amo. En la meditación encontré esa paz y ese espacio que necesita mi mente para poder continuar este camino de altas y bajas. Y en la escritura encontré esa medicina mágica que me está cambiando mi vida día a día.
Me siento satisfecha porque veo, y otros ven, los cambios que hay en mí. Puedo volver a estar en lugares rodeada de mucha gente, he logrado dormir las horas necesarias, mi apetito volvió a ser el mismo, me di cuenta que nadie me hacía nada, era yo quien me estaba haciendo, y día a día trabajo con canalizar mis emociones y mi carácter.
Escribir reflexiones y artículos o compartir imágenes o videos positivos que ayuden a otros me llena enormemente. Cuando recibo un mensaje de alguien dándome las gracias porque lo que escribí en la mañana o en la noche era lo que necesitaba leer en ese momento determinado. Me llena de orgullo y de satisfacción poder ayudar a otras personas. No tengo estudios en psicología ni en medicina, pero si se lo que la lectura y la escritura logran hacer en el que lo necesita. Yo lo viví  y me he propuesto llevarlo a otros que lo necesiten. Es lo que hago a diario en mi blog y en mi página personal, escribo para sanar mis heridas, para motivarme día a día y que otros sanen y se motiven al igual que yo.


~ERM

Thursday, February 9, 2017

Lo que el espejo no revela de mí, o mi condición.



Publicado en ingles por "The Mighty". Para accesarlo puede hacer
clic en el siguiente enlace


5 de Febrero de 2017



Perspectiva... mirarme en el espejo es tratar de imaginar la perspectiva que tienen otras personas de mí, pero este solo refleja lo que tiene enfrente; los sentimientos y las emociones no se pueden ver. Por lo tanto, el espejo miente.
Mi cara es solo una máscara que me veo obligada a usar todos los días para que los demás estén complacidos y muchas veces, para convencerme de cómo me siento. Pero, ¿cuál es la realidad detrás del reflejo?
Son muy pocas las caras que pueden mostrar el vacío, la culpa y la impulsividad. El efecto en cadena que comienza con un acto impulsivo y a veces descuidado, generalmente termina en acciones que llevan al remordimiento y la desesperación. Nuestra cara solo puede mostrar algunas emociones, las demás solo se pueden asumir.
Recientemente aprendí que el cuerpo tiene una forma automática de demostrar las emociones y los sentimientos aun en contra de nuestra voluntad, nuestras expresiones faciales. En el caso de las personas con un diagnóstico Borderline Personality Disorder (como yo) es muy difícil poder ajustar nuestras expresiones faciales a la vez que aprendemos a modificar nuestra conducta en terapia. La cara responde más rápido de lo que nuestro cerebro analiza que no hay razón para sentir una u otra emoción y cuando vamos a verbalizar lo que pensamos, ya nos “leyeron” las expresiones y no concuerdan con las palabras. Estas mismas expresiones son las que nuestros espejos muestran todos los días, pero la realidad es, que lo que hay en nuestros pensamientos va mucho más lejos de lo visible.
Para mí, la impulsividad es uno de los peores síntomas de mi condición, y si pudiera escoger eliminar sólo uno, sería este. He hecho cosas impulsivas de las que me he arrepentido una y mil veces y aun cuando otras personas pueden ver mis acciones, no pueden entender las razones que las ocasionan y, a veces, yo tampoco. ¿Cómo se refleja algo que ni yo puedo describir? Este es un ejemplo de lo que mi espejo no ve. Mi cara no refleja impulsividad, pero mis acciones sí. Cuando miro al pasado, es difícil no sentirme culpable de la forma en la que, por impulsos de emociones desreguladas, he tratado a muchas personas en mi vida y de cómo las “empujé” aun cuando temía perderlas.
Otro sentimiento que se puede esconder es el vacío. Mientras crecía aprendí que uno debe mostrar su mejor cara y, aparentemente, esa cara es la felicidad, las sonrisas y cualquier otra cosa que no vaya a herir o molestar a los que te rodean; por lo tanto, de nuevo, el espejo miente.
Las heridas más profundas están tan enterradas en nuestra alma que a veces nosotros mismos no las vemos o no las queremos ver. La lucha constante y el descubrimiento tardío de mi condición fue lo más difícil del proceso. Tuve que pasar por varios diagnósticos erróneos, muchos doctores, cócteles de pastillas psiquiátricas, tratamientos fallidos, diversos ataques de ira y ansiedad, sufrimiento incalculable y una hospitalización, pero aquí estoy. Ahora tengo un diagnóstico que explica un poco mejor mis emociones, experiencias y mis reacciones a ellas.
Yo sé que tengo una familia e hijos que me quieren, pocos amigos que están a una llamada de distancia, un esposo que ha demostrado que está aquí en las buenas, las malas y las peores; pero no puedo evitar los días en los que me siento triste, angustiada, vacía y con un dolor en el alma que he tenido que aprender a cargar sola y a esconderlo hasta de mi misma.
Por otra parte, aunque hay muchas cosas negativas que se esconden en mi reflejo, hay una que me mantiene viva, la felicidad. No todos los días se me nota en la cara, no todos los días la veo, y a veces aunque la sienta, no encuentro cómo demostrarla, pero estoy tratando de aprender porque sé que tengo muchas razones para ser feliz.
La felicidad no es permanente, ser feliz es poder sumar los buenos momentos y aun cuando los malos sean más pesados y difíciles de sobrellevar, encontrar algo que me la acuerde. Saber que tengo BPD es felicidad porque conozco mi diagnóstico y por fin puedo hacer algo para mejorar. Saber que crié tres hijos aun cuando a veces no pude ofrecerles lo mejor de mí, es felicidad. Poderme acostar lo suficientemente temprano como para despertar con energías, también. Poder mirar a mí alrededor y escuchar los pájaros (aunque haya días que prefiera el silencio), ver la lluvia (aunque no me pueda quedar en casa) y tener un trabajo que me encanta y me mantiene enfocada (aunque quisiera entrar más tarde), adivina… es felicidad.
Al final del día, lo que importa no es como nos vemos, sino cómo nos sentimos, y eso el espejo no lo refleja.
~KML

Thursday, February 2, 2017

Una reflexion necesaria

Imagen por Michael Garlitz


Fue para 27 de septiembre del 2014. Había llegado a una cita tan inestable, angustiado y suicida que la Doctora finalmente pudo diferenciar el Trastorno límite de personalidad (BPD por sus siglas en inglés) ante la presunta ansiedad generalizada. Había pasado 5 a 6 años buscando una terapia adecuada. Trabajaba muy duro para obtener una vida más decente en el aspecto emocional. Fue complicado llegar ahí, porque el BPD (“Borderline Personality Disorder”) es la condición más estigmatizada de todas en el marco de la salud mental. El prejuicio en la mayoría de los clínicos gira en torno a que un paciente de BPD tiene que ser melodramático, manipulador y una persona demandante. Al parecer les contrastaba mucho tener un paciente siempre dispuesto a seguir al pie de la letra todo lo que el médico exigía de mí. ¿Quién iba a pensar que esa ovejita era un BPD?
La realidad es que este trastorno es considerado crónico y se describe como un desorden neurobiológico que se caracteriza por una desregulación emocional intensa en combinación con impulsividad. Eso tiene grandes implicaciones: inestabilidad del estado de ánimo, la autoimagen y la conducta, y una constante duda en el sentido de identidad. También hay un predominio de relaciones interpersonales caóticas y pensamiento considerablemente polarizado. Este diagnóstico describe una inmensa parte de lo que yo padezco, excluyendo la depresión mayor severa recurrente sin delirios psicóticos.
Estos últimos años han sido tan complicados. He tenido que asimilar cosas que son una ley de vida para una persona como yo y no necesariamente para alguien que no padece esta condición. Un ejemplo simple es saber que los estados de ansiedad prolongados pueden estar acompañados de tendencias paranoides no delusivas (que no eran falsas). Para mí, hace un año, identificar las tendencias paranoides fue una tarea imposible bajo el estado de ansiedad. Otro ejemplo es entender que el mundo no necesariamente tiene que ser tan hostil e indiferente como lo percibía; es algo que suelo perder de perspectiva y lo compartimos todos los pacientes con los que comparto en terapia. Supongo que es un asunto relacionado con nuestra hipersensibilidad neurobiológica que nos trae problemas, como un terrible miedo al abandono y al fracaso. Estas últimas son partes de la patología y no fallas de carácter. Se suele invalidar las experiencias del paciente cuando no se acepta este hecho.
También tengo que mencionar lo difícil que es separar la opinión de lo que es un dato: eso complica todo. —¿Fallas de carácter?— Luchar en un sistema que no estaba preparado para atender mis necesidades fue muy agotador e inútil, tanto así, que terminé fuera de la universidad antes de que la ley reconociera el BPD como una incapacidad real. —¿Manipulador?— La reactividad emocional es tan aguda que suelo sentir la tristeza y alergia a niveles amplificados —¿Melodramático?—, y no hablemos de la angustia o miedo, es un asunto que aún no puedo superar del todo —¿Demandante...?
Quizás mucho de lo mencionado carezca de relevancia en este momento en mi vida, pero cuando estuvo muy presente fue un peso innecesario. En ocasiones me pregunto cómo hubiera sido todo si no me hubiera tropezado con estos obstáculos para mantener mi integridad emocional y continuar con mis metas. Tal vez mi camino a la recuperación aún no estaría a medias después de tanto sudor. Quizás estaría en otro lugar o simplemente me encontraría sentado tomando una taza de chocolate sin verme en la necesidad de escribir esto.


Sábado, 28 de mayo de 2016

~LGM