Thursday, February 2, 2017

Una reflexion necesaria

Imagen por Michael Garlitz


Fue para 27 de septiembre del 2014. Había llegado a una cita tan inestable, angustiado y suicida que la Doctora finalmente pudo diferenciar el Trastorno límite de personalidad (BPD por sus siglas en inglés) ante la presunta ansiedad generalizada. Había pasado 5 a 6 años buscando una terapia adecuada. Trabajaba muy duro para obtener una vida más decente en el aspecto emocional. Fue complicado llegar ahí, porque el BPD (“Borderline Personality Disorder”) es la condición más estigmatizada de todas en el marco de la salud mental. El prejuicio en la mayoría de los clínicos gira en torno a que un paciente de BPD tiene que ser melodramático, manipulador y una persona demandante. Al parecer les contrastaba mucho tener un paciente siempre dispuesto a seguir al pie de la letra todo lo que el médico exigía de mí. ¿Quién iba a pensar que esa ovejita era un BPD?
La realidad es que este trastorno es considerado crónico y se describe como un desorden neurobiológico que se caracteriza por una desregulación emocional intensa en combinación con impulsividad. Eso tiene grandes implicaciones: inestabilidad del estado de ánimo, la autoimagen y la conducta, y una constante duda en el sentido de identidad. También hay un predominio de relaciones interpersonales caóticas y pensamiento considerablemente polarizado. Este diagnóstico describe una inmensa parte de lo que yo padezco, excluyendo la depresión mayor severa recurrente sin delirios psicóticos.
Estos últimos años han sido tan complicados. He tenido que asimilar cosas que son una ley de vida para una persona como yo y no necesariamente para alguien que no padece esta condición. Un ejemplo simple es saber que los estados de ansiedad prolongados pueden estar acompañados de tendencias paranoides no delusivas (que no eran falsas). Para mí, hace un año, identificar las tendencias paranoides fue una tarea imposible bajo el estado de ansiedad. Otro ejemplo es entender que el mundo no necesariamente tiene que ser tan hostil e indiferente como lo percibía; es algo que suelo perder de perspectiva y lo compartimos todos los pacientes con los que comparto en terapia. Supongo que es un asunto relacionado con nuestra hipersensibilidad neurobiológica que nos trae problemas, como un terrible miedo al abandono y al fracaso. Estas últimas son partes de la patología y no fallas de carácter. Se suele invalidar las experiencias del paciente cuando no se acepta este hecho.
También tengo que mencionar lo difícil que es separar la opinión de lo que es un dato: eso complica todo. —¿Fallas de carácter?— Luchar en un sistema que no estaba preparado para atender mis necesidades fue muy agotador e inútil, tanto así, que terminé fuera de la universidad antes de que la ley reconociera el BPD como una incapacidad real. —¿Manipulador?— La reactividad emocional es tan aguda que suelo sentir la tristeza y alergia a niveles amplificados —¿Melodramático?—, y no hablemos de la angustia o miedo, es un asunto que aún no puedo superar del todo —¿Demandante...?
Quizás mucho de lo mencionado carezca de relevancia en este momento en mi vida, pero cuando estuvo muy presente fue un peso innecesario. En ocasiones me pregunto cómo hubiera sido todo si no me hubiera tropezado con estos obstáculos para mantener mi integridad emocional y continuar con mis metas. Tal vez mi camino a la recuperación aún no estaría a medias después de tanto sudor. Quizás estaría en otro lugar o simplemente me encontraría sentado tomando una taza de chocolate sin verme en la necesidad de escribir esto.


Sábado, 28 de mayo de 2016

~LGM

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